Gestionando al saboteador

Sábado 3 de enero de 2014, 3 am, -4ºC, carretera secundaria en la meseta castellana, de regreso a Madrid.
Mi coche hace un ruido extraño… rueda pinchada. &%:##/”???!”. Voy a sacar el gato. Abro el capot y no hay gato. El coche es viejillo, alguno de mis hijos lo habrá usado y no lo ha vuelto a poner en su sitio. El iphone había muerto hacía 2 horas. Pero oh! La vida es bella, veo una casa con una chimenea humeante. Me meto campo a través hacia la casa…, espero que tengan coche y tengan gato y que me lo dejen. A ver si son majos. La verdad es que es tarde, bueno o pronto, estarán durmiendo fijo, les va a sentar de pena que llame y encima para pedirles un gato, igual hasta se enfadan, me abren la puerta y me montan un pollo por aparecer a las 3:30 am, encima de pinchar voy a tener que lidiar a un tío que me va a empezar a gritar e igual hasta me echa con actitud agresiva, un miura maleducado y cabreado. Lo único que me faltaaaabaaaaa.
Llamé al timbre y no me pude contener:
– Sabe lo que le digo, que se meta su gato por… por ahí mismo.
Este chiste lo he contado muchísimas veces. Lo cuento cada vez que percibo que el diálogo interno de un coachee le está limitando. Es el gremlin del que habla Rick Carson en su libro Taming your Gremlin.
Es esa voz interior que nos boicotea, que nos pone obstáculos para lograr nuestros objetivos. Los gremlins se cuecen dentro de nosotros, están en nuestra mente. Tienen que ver con nuestros miedos e inseguridades (¿cambiar de trabajo ahora con la que está cayendo? Más vale malo conocido…) , con capacidades, carencias y complejos (¿hacer yo la presentación en inglés? ¿con mi acento?), con malas experiencias y heridas que arrastramos (sería volver a meter la pata , como aquella vez…), con la educación que hemos recibido y creencias heredadas (cómo voy a molestar a…). Ojo porque tienen diferentes disfraces y estrategias.
Como dice Carson, lo que más odia un gremlin es que se le note que existe. El interruptor que permite que los conozcamos es la conciencia. La manera de librarnos de sus limitaciones es primero tomar conciencia de que existen y después anticiparnos a ellos. Hombre!, ya está aquí el gremlin del mechón blanco:
-Ya sabes lo que pasó aquella vez que te expusiste. Vaya bochorno. No irás a hacerlo otra vez!
-Agradezco tu comentario gremlin, seguramente tienes buenas intenciones para mí, te preocupas de mi supervivencia emocional y no emocional, para que yo no corra riesgos. Ahora bien, lo voy a volver a hacer, esta vez utilizando un procedimiento diferente que será mucho más efectivo. Esto es lo que yo puedo hacer y lo voy a hacer.
Pediré un gato.

Escrito por María José Lasarte.

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